May 14, 2025

Cómo me perdí en Mérida y encontré algo más que el camino

Cómo intentar mantener el equilibrio cuando las cosas no salen como uno espera

Por Roberto

Desde hace años el senderismo se convirtió en una especie de terapia para mí

Me ayuda a desconectarme del ruido, a reconectar con mi cuerpo, con la naturaleza y con lo que realmente importa. Pero también me ha enseñado muchísimo sobre la vida, especialmente sobre cómo intentar mantener el equilibrio cuando las cosas no salen como uno espera.

Una de las experiencias que más marcó este aprendizaje fue una caminata que hice en Mérida, Venezuela. Era una ruta que ya conocía en teoría, pero que me sorprendió en la práctica. Me perdí. Estaba solo en ese momento y aunque al principio me invadió la ansiedad, respiré hondo y recordé que lo más importante era mantener la calma.

Tuve que cambiar de rumbo, literalmente. Me desvié de la ruta original y, para mi suerte, me encontré con otro grupo que me ofreció acompañarme. No llegué a la meta en el tiempo que tenía planeado, pero llegué. Y ese trayecto, con todo y su caos, terminó siendo más valioso que haber cumplido el cronograma perfecto.

De ahí salieron estas tres lecciones que me acompañan tanto en la montaña como en la vida:

1. El camino es tan importante como la meta

Muchas veces nos obsesionamos con llegar rápido, con cumplir, con tachar metas. Pero aprendí que cada paso, incluso los pasos perdidos, tienen algo que enseñarte. Disfrutar del proceso —aunque esté lleno de subidas, bajadas y desvíos— es lo que realmente te transforma.

2. Prepárate para lo inesperado

La montaña es como la vida: te lanza sorpresas sin previo aviso. Ese día en Mérida llevaba agua, mapa, y equipo básico. Pero más importante que eso, llevaba una mentalidad abierta. Saber adaptarse, sin perder la serenidad, es lo que te mantiene a flote.

3. La cima se alcanza con paciencia

No hay atajos. Y si los hay, no son sostenibles. Ese día no llegué rápido, ni descansado, ni como lo había planeado… pero llegué. Y llegar intentándolo de verdad, enfrentando el reto paso a paso, es mucho más satisfactorio que cualquier final perfecto.

El senderismo me recuerda que buscar el balance no es una meta estática, sino una caminata constante. A veces te pierdes, a veces encuentras ayuda, y muchas veces el trayecto termina siendo mucho mejor de lo que imaginabas.

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